El Estado de cara al futuro
2June 12, 2013 by Carlos Jovel

Foto EDH 2005, Torola, Morazán
Hace siete años, en el 2006, cuando comenzaba aquella moda de que “lo social es la base de todo”, publiqué en El Diario de Hoy el artículo que abajo adjunto. Muchos cientos de millones de dólares han pasado, y después de muchos programas sociales creativos (Red Solidaria, Uniformes escolares, etc.), los datos de pobreza hoy, indican que estamos a los mismos niveles de 2004. Es decir, ¡no hemos progresado en 9 años!
Muchos dirán que el gasto social ha sido insuficiente: siempre lo es. Es por esto que para otros, estos pésimos resultados no son sorpresa. Hay unos que pensamos que efectivamente necesitamos inversión social, pero que esta debe ir a aumentar el capital humano de El Salvador: educación preescolar, nuevas tecnologías e inglés, servirá más a nuestros niños más pobres para romper el círculo de pobreza, que recibir uniformes y zapatos que llegan a medio año escolar. Aumentar el gasto social en un país donde la transparencia y la eficiencia en la gestión de la clase política han sido una deuda enorme, es aceptar que de cada dólar invertido supuestamente en los más pobres, una cantidad importante irá a parar a manos que no lo necesitan.
Muchos niños nacieron en Torola, Morazán en los últimos 7 años. Para ellos el futuro es un poco más oscuro: ellos siguen igual de pobres y con las mismas habilidades, en un mundo más sofisticado.
No hay dádivas gubernamentales que superen la creatividad individual y el esfuerzo propio de los salvadoreños: es este el futuro. Es más efectivo invertir en él, y no en regalinas que buscan reivindicar las dolorosas carencias del pasado. Estas no serán suficientes, y la cuenta de la deuda no da para más. A los que pensamos así se nos acusará de insensibles, capitalistas o de obedecer a algún oscuro interés oligarca: ¿es tan difícil entender que también queremos un país justo y sin pobres, y que nuestra postura está amparada con evidencia?
Publicado en El Diario de Hoy, el 11 de Octubre de 2006
El futuro de nuestro país se asemeja mucho a aquellas babosas que solíamos buscar cuando niños: sin pies ni cabeza, avanzan despacio y ante alguna amenaza se enrollan y se detienen hasta quién sabe cuándo. El Salvador está secuestrado: día con día cedemos más libertades y perdemos progresivamente el sentido del valor de la vida.
Quien lea este artículo, seguramente ha vivido en carne propia alguna amenaza contra su vida o sus bienes, si no, alguien de su círculo inmediato. A pocas páginas de distancia encontrará algún asesinato que le revuelve las tripas. En lo poco que tiene razón el escritor que siente “El Asco” por lo más lindo de nosotros mismos es que vivimos en pequeños cuarteles. Los detalles más hermosos de nuestro país se ven opacados por el alambre afilado, las barandas de hierro, los uniformes y las pistolas con que adornamos nuestros vecindarios. Los que podemos pagarlo, no tenemos alternativa, ¿Quién responde por los que no?
Decir que el país se está volviendo inviable no es dramatizar. El costo en seguridad preventiva por parte de los privados ha sido estimado por el PNUD en 11.5% del PIB: es inocente apostarle a una estrategia de turismo e inversión cuando es evidente que la vida y la propiedad privada están amenazadas día con día. Afirmar esto no es matar el optimismo sino apelar a la razón: el Estado, así como está definido, ha fracasado.
Si eres pobre en El Salvador, no podrás romper este círculo de dolor a menos que seas alcanzado por algún huracán de caridad desde la iniciativa privada, si no, estás a merced de la administración estatal. ¿Qué significa esto? Día con día, te trasladas en buses en mal estado y tienes altas probabilidades de morir en algún accidente o al no pagar por tu vida al pandillero de turno, si sobrevives, debes guardar dinero para pagar las rentas por cruzar la vereda que va a tu casa, y así, por siempre.
Tus hijos recibirán una pobre educación y a medida apriete la barriga, dejarán los estudios para darte apoyo en el trabajo y poder sobrevivir. Pagas el agua más cara pues ANDA no sirve tu comunidad, y tus hijos y los de tus vecinos están siempre asediados por el dengue cultivado en los barriles en que la almacenas, Dios quiera que no mueran mal atendidos en algún hospital público. Tarde o temprano dejas de creer, emigras y unos años después recibes la noticia que algún hijo tuyo está muerto o en la cárcel, involucrado en algún evento asociado a pandillas. No es ser pesimista, así es, y puede ser respaldado con datos.
Esto no es justo, y la urgencia política de corto plazo obliga a izquierdas y derechas a no darse cuenta: todos proponen como solución –durante décadas– tirarle más y más dinero a los problemas a través de incrementos ineficientes en lo social con leves mejorías para los pobres y sustanciales beneficios para sindicatos, políticos, amigos de políticos y funcionarios insensibles, que se esconden en el exilio. ¿Qué nos hace pensar que esto va a cambiar?
Los esfuerzos sinceros por aliviar la pobreza desde el Estado se parecen mucho a atarrayazos desesperados en el medio del mar. Es innegable que las iniciativas estatales para paliar el dolor se perciben insuficientes en términos de indicadores como la PAES y el Índice de Desarrollo Humano. ¿Qué hacer?
El primer paso, es ayudar al Estado desde el Estado a hacerse a un lado y a apoyarse en los privados en todo lo que hacen mejor con menos recursos: Educa-ción, salud, agua, electricidad, correos, administración portuaria, basura, usted menciónelo. En-tonces, y sólo entonces, podrá el Estado enfocarse en su función principal: garantizar la vida y los bienes de los salvadoreños. Estos no son cuentos chinos, si algo nos ha enseñado la historia aquí y en Cuba, es que el Estado ha gastado más y más, y los problemas son los mismos y los mismos. Dece-nio tras decenio. ¿No valdrá la pena tratar con un Estado más pequeño?
Un Estado menos todopoderoso y más comprometido a defender nuestras vidas, seguramente facilitará el fomento del turismo y la inversión, y así salir de la pobreza. Hay que gritarlo. Se lo debemos a los pobres, y a los ricos, y a los jóvenes, y a los viejos, y a los que aún percibimos a El Salvador como un país de ensueño y libertad. En el gigantismo del aparato estatal y la inversión social no hay tal cosa como aspirinas del tamaño del sol. ¿Cuándo lo entenderemos?
La formula es facil, pero, a mi parecer, no la hacen porque no suma votos a corto plazo: Inversion en Educacion = Beneficios sostenidos a largo plazo, Gasto en escuelas = Beneficios a muy poco plazo.
De nada sirve mantener a los niños con bonitos uniformes que despues no les quedara, si en el momento en que dejan de estudiar (sea cual sea el grado) no pueden aspirar a mucho mas que les ofrece su propio entorno.
La sociedad civil no políticamente militante tiene mucho que aportar. Esto no es un problema que se resuelva con política, ideología, militancia y elecciones. Es una enfermedad de la misma sociedad que tolera malos funcionarios, sigue nuevos liderazgos con viejas costumbres, y acepta mediocres servicios públicos. Basta ver el latinobarómetro para darnos cuenta que nos conformamos más que otras sociedades que tienen mejores servicios. Basta ver el caso de la educación.
Las buenas intenciones, si es que existen, no son suficientes para cambiar la situación de los salvadoreños, que se siguen quejando sin aportar. Ese es un deporte nacional.
Te felicito por querer generar discusión, y veo que tienes una experiencia que te respalda. Pero creo que gente como tú debe dar el siguiente paso, para que la discusión pase a ser una transformación. Te invito a ello.