Foto: Diario el Mundo

Escribo este post desde un rincón muy pequeño de mi cama. Mis dos hijos se la han tomado por asalto. En 30 minutos, deberemos salir de casa,  y en una hora, estaré en el colegio del mayor, en las celebraciones del día del padre: tengo semanas de estar escuchando que no me puede contar lo que hará para agasajarme. Por la tarde, es el turno de la menor: su primer día del padre. Hubo que hacer malabares (como pedir que cambiaran la hora del evento) para lograr asistir a ambos. Así comienza uno de los fines de semanas más felices del año.

Hace poco más de 24 horas, a miles de kilómetros de aquí, en Santa Tecla, unos 30 niños celebraban con la misma ilusión a sus padres: mientras cantaban y declamaban, cuatro asaltantes armados le quitaban sus pertenencias a los agasajados. Todo lo que tenían de valor: cartera, relojes, celular, etc. Todo, se fue en un saco en el que los criminales recogían el botín.

Los medios, poca cobertura dieron al hecho, que pasó con relativa normalidad en El Salvador actual. Y estos padres, que durante el asalto, valientemente pretendieron que nada sucedía para no traumatizar a sus hijos, luego del susto, seguramente verán la vida con normalidad y agradecimiento  a Dios porque grandes y pequeños vivieron para contarlo.

La vida de ser padre de por sí es complicada. No es sencillo ser el héroe de otro ser humano y tener que cubrir el traje con acciones: dar el ejemplo, transmitir buenos valores, dar seguridad, amor y contar buenas historias no es tarea fácil. Menos fácil es pagar las cuentas de hoy en una economía deprimida, sin saber lo que depara el futuro. Todo esto con una sonrisa en la cara para que los niños sepan que todo está bien.

El bien calculado crimen del día del padre solo demuestra que lo arriba planteado importa poco a nuestros criminales. El nivel de empatía y códigos éticos en su accionar criminal, no les alcanzó para esconder lo que es evidente: en El Salvador del crimen todo se vale.

Ojalá este post sirva como una gota de indignación en una sociedad que está durmiendo ante la impotencia: entre más reclamemos y exijamos acción a nuestras autoridades, mejor. Esto no puede ser la normalidad.

Vaya un abrazo fuerte de solidaridad y felicitaciones para las madres y los padres heroicos salvadoreños, que día a día asumen estos riesgos para darles a sus hijos una vida de normalidad.